miércoles, 16 de marzo de 2011

Una calle con historia

Por Javier Sánchez

Es martes al medio día en Santiago y un cielo opaco por las nubes negras se contradicen con los aún días de verano. En la calle San Diego, del centro de la capital, no existe esa contradicción climática porque es una calle que se llena de colores gracias a las personas (que la habitan y la visitan) y a las residencias comerciales y habitacionales, en su mayoría, antiguas construcciones que son parte del casco histórico.

Del antiguo barrio bohemio aún quedan esos carros y tiendas que se agolpan en las veredas entre el paso bajo nivel San Diego-Bandera. Allí, los estantes se llenan de libros de todo tipo: viejos, nuevos, usados, etc. Páginas que el tiempo ha llenado de polvo, pero que guardan una rica historia en literatura y poesía; y los nuevos Best Seller, textos escolares y de autoayuda apetecidos por estos días. Además el recuerdo imborrable en el cemento pisado por famosos escritores y personalidades que visitaban los locales cuan paseo de la fama durante la década de los ‘60 y ‘70.

Más adelante el perfil de un histórico, una de las caras del Instituto Nacional maquillada con plumones, mostrando una vez más la impericia de algunos por no cuidar lo nuestro, manchando la sobriedad de la fachada de un colegio que tiene en sus alumnos una fuente de buenos resultados académicos. Los mismos estudiantes que después de la jornada escolar se regodean entre la fauna literata de San Diego. “Compro libros de todo tipo, no sólo para el colegio. También venden revistas y es más barato que en otras partes”, cuenta Joaquín, alumno de cuarto medio del Nacional.

Conocida es la tradición comercial y valor histórico que tiene la calle San Diego. Sin duda que las librerías son parte de esa historia, con más de 100 años satisfaciendo el apetito literario de las personas. Entre los antiguos carros y los locales que se han ido reinventando en el tiempo hay una librería en San Diego 111: “Luis Rivano” del librero, escritor, y dramaturgo del mismo nombre. Entramos y se ve a un hombre tan ordenado en su vestir como en los libros clasificados por tema y abecedario.

La antigüedad se deja ver en los escritorios. Bajamos por una escalera que lleva a un subterráneo y, allí, la librería cobra aún más vida. En las cuatro paredes los estantes llenos de libros como si se fueran a caer. Al medio una mesa, llena de libros desparramados, que parece ser la oficina del “Paco” como lo llaman.

Me acerqué a él para conversar algunos temas…

El peso del barrio

“Este sector es importante para mí porque muchas de mis obras de teatro están ambientadas en este sector, por ejemplo “El rusio de los cuchillos” es una obra que sucede en esta misma cuadra, entre un hotel por acá cerca y Alameda. El hotel y la plaza Almagro es todo el escenario de la obra. También en otra “Dónde estará la Janet” también aparece la Plaza Almagro. La Janet era un personaje que existía, en “El rusio de los cuchillos” el Tolo era un personaje que existía. Mucho de los personajes son reales y si no los uso matemáticamente igual por lo menos, cierto ámbito o el nombre, me han servido para crear un personaje y que éste sea lo más creíble posible. Eso es importante y lo otro es que me gano la vida en este sector hace más de 40 años, así que todo se lo debo al barrio”.

“Y mi relación con los demás libreros del barrio no es mucha, conozco a los más antiguos, ya que entre Alameda y Plaza Almagro deben haber fácil 200 libreros y yo conoceré a 15 y con ellos mantengo una buena relación”

Vitrina del recuerdo

“A mí me interesa rescatar a los autores que han quedado perdidos por el tiempo, por ejemplo ahí (apuntando un estante) yo tengo 40 o 50 libros de Anatole France. Tu vas a otra librería de por acá y preguntas por un libro de él, ni conocen el libro, ni los tienen porque son libros que hace 50 0 60 años que no se editan. Yo los rescato, los guardo y los cuido. Esa es una de las cosas que hacen que llegue las personas”.

“La gente aquí llega sola, no hago publicidad, hay que confiar de que la gente te conozca, de que uno hace un buen servicio y esa persona le dice a otra “mira no vayas a otra parte, anda donde Rivano y él va a tener el libro” si se trata de libros antiguos, entonces eso me permite que los libros que la gente busca está dispuesta a pagarlos en buen precio, porque lo andan buscando hace 10 o 15 años y si un día lo encuentran saben que ese libro va a costar 10 o 20 lucas. Y eso pasa acá y en todos lados”.

“Antes había clientes que venían todos los días, ahora sólo cuando necesitan algo muy puntual o cuando pueden venir, en vez de venir todos los días, vienen una vez cada cuatro meses. Pero el cambio está en que el que venía todos los días y compraba un libro todos los días, ese libro era muy barato, pero ahora ese mismo libro cuando lo andan buscando es mucho más caro que antes”. Mostrando un libro antiguo y gastado de un autor alemán dice: “cuando yo empecé, yo tenía que vender 20 libros de este tipo para comprar un par de zapatos. Ahora yo puedo vender este libro, comprar un par de zapatos y me dan vuelto. Han mejorado mucho los términos de intercambio de aquellos libros que son escasos, ya que antes eran escasos, pero estaban disponibles en otros lados. Ahora el libro escaso lo tengo yo y los otros ni siquiera lo conocen”.

¿Y las autoridades?

“Llevo 40 años en el barrio y nunca he visto a un candidato verdaderamente interesado. Porque uno, no los he visto pasearse por acá y dos, lo que proponen es de la boca para afuera. Y no sólo acá en San Diego, también pienso que es así en otros lados”.

“Si bien me interesa la política, no me gusta hablar mucho de quienes están en ella. No me abandero con un color político”.

“Si me gustaría que, independiente de quienes estén en la política, se preocupen más por la cultura y el arte y no sólo por lo que aparece en la televisión porque eso también está en la calles, acá en San Diego y en todos lados”.

Termina el recorrido

San Diego con Copiapó un camino que deja atrás una calle caracterizada por el mercado de los libros. Desde ahí locales y grandes galpones al servicio de los amantes de las bicicletas quienes encuentran de todo en variedad, distintas marcas, tamaños, repuestos, y accesorios de protección.

Una de las tiendas que ha logrado acaparar miradas y una gran fama es “Juanito Mena”. Su dueño y los mismos medios de comunicación han hecho de este nombre una parada obligada para la compra de bicicletas y todo lo relacionado con ellas.

Todavía quedan algunos cités, los largos pasillos de casas pegadas pertenecientes al casco antiguo de Santiago con un gran valor patrimonial. Son pocos, incluso algunos ocupados como parte del comercio se mezclan casi imperceptibles con la tecnología de los locales dedicados a la computación

En AV. Manuel Antonio Matta termina el recorrido por un barrio que sigue con vida, pero dañado por las balas del pasado (época de dictadura) y la delincuencia del presente. Su resurgimiento no tiene nombre responsable, porque no sé sabe si los encargados son los propietarios o las autoridades, sin embargo Luis Rivano y la mayoría de los que habitan el barrio concuerdan en que este sitio no se debe dejar de lado. Yo también.